sábado, 17 de mayo de 2025

 

LA VOZ DE LA SALUD Dentro del quirófano en un trasplante de corazón: «Ha sido casi perfecto cuando ha vuelto a latir»



El momento exacto en el que el corazón del donante sale por completo de su cuerpo. El cirujano lo preparará para su traslado.
El momento exacto en el que el corazón del donante sale por completo de su cuerpo. El cirujano lo preparará para su traslado. ANGEL MANSO

Un equipo de La Voz entra en los quirófanos del Chuac para presenciar el proceso completo de un trasplante de corazón. Dos operaciones, seis horas, decenas de profesionales y una nueva vida gracias a la generosidad de un donante


Son las cinco de la tarde cuando entramos en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña. Un día cualquiera de un mes cualquiera. Son datos, como otros a lo largo de este reportaje, que vamos a ocultar porque, si hay algo que queremos evitar en las próximas líneas, es revelar la identidad de las dos personas separadas por los escasos metros entre el quirófano 7 y el quirófano 4. Ellos (o ellas) tampoco se conocen, aunque a partir de hoy estarán unidos para siempre. 

Una historia termina y la otra comienza de nuevo. Dos vidas, dos familias. Antes de seguir leyendo, solo una aclaración, no hay ninguna palabra, ninguna explicación, que pueda transmitir como se merece lo que hay detrás de un trasplante. Esta es, en definitiva, la historia de un corazón durante las seis horas que duraron las dos operaciones en las que dejó de latir en un cuerpo para comenzar a latir en otro. 

Todo el mundo trabaja en el quirófano 7 para preparar al donante. Justo en ese momento, la camilla con el paciente que recibirá el corazón pasa por delante para llegar al quirófano 4. Nervioso, con lágrimas en los ojos, sin saber que ahí al lado alguien ha decidido donar sus órganos para salvarlo a él y a varios desconocidos más. 

 «En el caso de un donante local, lo primero que hacemos es llamar a la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) para que nos informe de si hay urgencias en otro lugar. De ser así, el órgano se iría a otro equipo de otro punto de España. Si la ONT nos dice que no hay urgencias, nosotros nos quedamos con los órganos. El siguiente paso inmediato es contactar con los equipos responsables de nuestro hospital. En este caso, el de cirugía cardíaca del Chuac. El doctor José Cuenca y la doctora Marisa Crespo revisaron su lista de posibles receptores para buscar al más idóneo por tamaño, grupo y compatibilidad. Lo avisaron inmediatamente», explica Fernando Mosteiro, coordinador de trasplantes.

 A las 18.05 todo el mundo está preparado alrededor del donante. En ese momento, hay quince personas en la sala. Se escuchan pitidos por todos lados y frases ininteligibles para los que no formamos parte de esa orquesta sincronizada. 

En primera línea, Adrián Muinelo, residente de último año de cirugía cardíaca, que con la ayuda de Pascual Ortiz, residente de primer año, se encargará de la extracción del corazón. Pero este no será el único órgano que dará otra oportunidad a otros pacientes. Ignacio Rivas y Dora Gómez están trabajando al mismo tiempo, son cirujanos generales a los que acompaña la residente Elena Espinosa. 

Si nunca han visto una operación, la enfermera instrumentista es, tal como muestran las películas, la encargada de ir pasando todo el material que le van pidiendo. Ella es Mercedes Carnero. En la cabecera de la mesa de operaciones está Alberto Pensado, anestesista. Y sin parar de moverse, desechando material usado, trayendo material nuevo, las enfermeras circulantes, que van siempre un paso por delante. 

Da la casualidad, porque esto también va de casualidades bonitas, que la puerta se abre y entra Ana Sampedro con su gorro repleto de dibujos de mazorcas de maíz. «Hasta te van a grabar en tus últimos días por aquí», le comentan sus compañeras. Ella ríe, mientras sigue atareada. Después de cincuenta años como enfermera, se jubila. Está en su última semana de trabajo, y esta es su última extracción. 

Mientras tanto, Fernando Mosteiro también está pendiente de todo con el móvil en la mano. «El páncreas es válido», se escucha gritar. Inmediatamente, Mosteiro realiza una llamada. «En cuanto dan la validez, se avisa al equipo que lo va a implantar para que comience con la cirugía del receptor e ir ganando tiempo. También se avisa a la ONT», cuenta.  

Porque el quirófano 4 no es el único que está preparado. Esa misma noche también habrá un trasplante bipulmonar, uno hepático, un trasplante de páncreas-riñón a un solo receptor y otro de riñón aislado. Cinco cirugías para salvar a cinco pacientes. 

 Llevamos poco más de una hora en el quirófano y, de repente, todo empieza a ir más rápido. «Hielo, hielo, hielo», «bisturí del 11», «dadme compresas». Todos gritan (más bien, suben el tono de voz). Una especie de «caos» para los que lo vemos desde una esquina, todo controlado al milímetro en el círculo que rodea la mesa. 

Por fin, Adrián Muinelo saca el corazón. Un choque de manos casi imperceptible con su compañero. Sin perder ni un segundo, se gira para depositarlo en el recipiente que lo espera ya colocado. Después lo introducen en varias bolsas atadas minuciosamente para pasarlo a la nevera que trae Ana. Ella misma, la enfermera que se jubila esta semana, se encarga de llevar el corazón al quirófano 4. Mientras tanto, el resto del equipo sigue trabajando extrayendo el resto de órganos. Son las 19.30.

Detrás de la gran puerta amarilla hay otro equipo.Todo está preparado, el paciente en el centro y el silencio. Lo que más llama la atención es ese silencio, que solo interrumpe algún susurro y el ruido de la sierra que dará paso y acceso al corazón que hay que extraer. 

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