lunes, 2 de junio de 2025

 DIARIO DE SEVILLA /CUATRO ENFERMEDADES DE LA PIEL QUE SE AGRAVAN CON LA LLEGADA DEL CALOR Y LAS ALTAS TEMPERATURAS/


Evitar la exposición solar en las horas más intensas, utilizar protectores solares adecuados al tipo de piel, mantener una correcta higiene para eliminar sudor y residuos, la elección de ropa ligera y transpirable

Estos son los grupos de población más sensibles al calor, según el Colegio de Farmacéuticos de Sevilla

Mujer tomando el sol
Mujer tomando el sol / Freepik

Las altas temperaturas y la intensa radiación solar propias del verano pueden desencadenar o empeorar distintas enfermedades cutáneas. Aunque para muchas personas el sol y el calor representan bienestar y ocio, para quienes padecen ciertas patologías dermatológicas, esta temporada supone una etapa incómoda ya que requiere de cuidados especiales. El sudor excesivo, la humedad ambiental, la exposición prolongada al sol y el uso de ropa ajustada crean un entorno propicio para la irritación de la piel, el desequilibrio de su microbiota y el empeoramiento de los procesos inflamatorios e infecciosos.

Entre las muchas enfermedades que pueden agravarse con el calor, destacan cuatro por su frecuencia, impacto clínico y relación directa con las condiciones estivales: la dermatitis atópica, la psoriasis, el acné y la rosácea. Estas patologías, cada una con sus propias características, comparten una sensibilidad particular a los cambios ambientales propios del verano. Veamos cuáles son los mecanismos que activan su empeoramiento, cuáles son los síntomas característicos que se manifiestan en época de calor y recomendaciones generales para su manejo.

Inflamación cutánea y desequilibrio de la barrera protectora

La dermatitis atópica es una de las afecciones más comunes que sufre un deterioro notable en verano. Aunque en algunos pacientes mejora con la exposición solar moderada, en muchos otros el sudor constante y el aumento de temperatura provocan un efecto irritante sobre la piel. Esta enfermedad se caracteriza por sequedad extrema, picazón intensa y brotes de eccema. El sudor actúa como un irritante químico, altera el pH natural de la piel y facilita la entrada de alérgenos o bacterias. Además, la humedad constante en zonas de pliegue como cuello, axilas o codos puede desencadenar brotes más severos. En los niños, este empeoramiento suele ser especialmente visible debido a su piel más fina y reactiva.

La psoriasis, por su parte, responde de forma ambigua al clima cálido. Si bien es cierto que la luz solar puede mejorar las lesiones en algunos casos gracias a sus efectos inmunomoduladores, el calor excesivo y la sudoración pueden actuar como factores desencadenantes de nuevos brotes. Esta enfermedad autoinmune genera un recambio acelerado de las células de la piel, provocando placas rojas, engrosadas y cubiertas de escamas blanquecinas. Durante el verano, factores como el roce con la ropa, las quemaduras solares y la deshidratación contribuyen a agravar el estado de las placas, en especial en zonas como el cuero cabelludo, los codos y las rodillas. Además, el fenómeno de Koebner, es decir, la aparición de nuevas lesiones en zonas de trauma cutáneo, suele aparecer más cuando la piel está expuesta a agresiones físicas o quemaduras solares.

Alteraciones del sebo y sensibilidad vascular

El acné es otra enfermedad que suele agudizarse durante el verano. El aumento de la temperatura estimula la producción de sebo por parte de las glándulas sebáceas y cuando este se combina con sudor, células muertas y residuos cosméticos, se produce una obstrucción de los poros. Esto crea un ambiente ideal para la proliferación de bacterias como Cutibacterium acnes, que inflaman la piel y forman comedones, pápulas o pústulas. A esto se suma que muchas personas utilizan protectores solares o productos cosméticos que no están formulados para pieles acneicas, lo que puede empeorar el cuadro clínico. Además, el aumento de la humedad dificulta la evaporación del sudor, haciendo que las lesiones tarden más en curar y se presenten de forma más extensa en áreas como la espalda o el pecho.

Finalmente, la rosácea es una patología crónica de la piel facial que también muestra un fuerte empeoramiento con el calor. Esta enfermedad se manifiesta con enrojecimiento persistente, vasos sanguíneos dilatados, sensación de ardor y, en algunos casos, pústulas similares al acné. El sol es uno de los principales factores desencadenantes de sus brotes. La exposición a temperaturas altas provoca vasodilatación, lo que intensifica el enrojecimiento y favorece la aparición de nuevas lesiones. Además, la sensibilidad de la piel rosácea a los rayos ultravioleta puede provocar una respuesta inflamatoria más intensa y prolongada. Las personas con rosácea deben evitar la exposición solar directa, consumir alimentos muy calientes o picantes y usar protectores solares especialmente formulados para pieles sensibles.

La mejor vía es la prevención

El calor y la exposición solar no solo representan riesgos para la salud general, sino que también pueden afectar seriamente la integridad de la piel en personas con enfermedades dermatológicas crónicas. La dermatitis atópica, la psoriasis, el acné y la rosácea son cuatro ejemplos claros de cómo las condiciones estivales pueden agravar patologías existentes o incluso provocar su aparición. Comprender la relación que hay entre el entorno y estas enfermedades va a permitir a los pacientes anticiparse a los brotes, ajustando su tratamiento y adoptando hábitos más saludables durante el verano.

El manejo preventivo se basa en medidas simples pero efectivas: evitar la exposición solar en las horas más intensas, utilizar protectores solares adecuados al tipo de piel, mantener una correcta higiene para eliminar sudor y residuos y preferir ropa ligera y transpirable. Además, contar con la orientación de un dermatólogo resulta fundamental para adaptar el tratamiento a las condiciones estivales y prevenir complicaciones. El verano es una época complicada para el cuidado de la piel ya que está más expuesta a los agentes ambientales y es más fácil que sufra, pero llevamos a cabo los cuidados adecuados, es posible mantenerla sana, equilibrada y libre de brotes graves.

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