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Alberto y Francisco pasan ocho horas diarias en el barco que saca los residuos del agua; su misión es dejar el litoral como una patena
Se están hinchando de playa y de barco este verano, pero desde luego no en la modalidad de ocio. El zaragozano Alberto Cortina y el motrileño Francisco José Ogalla son los encargados del barco limpiaplayas de Limdeco y recorren cada día el litoral para dejar el agua como una patena. Ambos empleados llevan diez años en la empresa municipal de limpieza de Motril, pero para Alberto este es su primer verano a bordo del barco limpiaplayas, mientras que Francisco vuelve después de cuatro años a este servicio que el Ayuntamiento motrileño puso en marcha en 2009. A los encargados del barco -que se van turnando para conducir y retirar la basura- este año les está sorprendiendo el poco trabajo que le están dando los bañistas, cada vez más concienciados con la necesidad de mantener limpia el agua. «Las playas de Motril están limpísimas, no estamos sacando casi nada importante la verdad. Cuatro plásticos, botellas, cajas de los barcos pesqueros... Nosotros vamos muy despacito y mirando todo muy bien para que el agua se mantenga perfecta», explican los trabajadores, que destacan el esfuerzo que realiza el Ayuntamiento de Motril para mantener limpia la playa.
Son conscientes de que el servicio que desempeñan es un requisito indispensable para que Motril pueda lucir la 'Q de calidad' en su litoral y ellos están orgullosos de contribuir con su trabajo. En otros veranos se han llegado a recoger hasta 200 toneladas de residuos de la lámina superficial del agua, pero este mes de agosto está siendo mucho más tranquilo... Y es que por fortuna -hay que cruzar los dedos- las principales enemigas del barco limpiaplayas, la medusas, no han hecho su aparición. «Esas sí que dan trabajo. Hace cuatro años llegamos a sacar una que tenía que pesar por lo menos 45 kilos; era blanca, una cosa impresionante», recuerda Francisco. Si aparecen las medusas, el barco limpiaplayas despliega las cestas laterales y los dos trabajadores tienen que emplearse a fondo para sacarlas, pero por el momento este verano no hay suciedad de esta envergadura y las cestas permanecen plegadas. Con su salabre -una herramienta parecida a los cazamedusas que utilizan los niños, pero más grande- se bastan y se sobran. Lo que sí ha caído en su red este verano es una tortuga, en Playa Granada. «Era amarilla, pesaría entre diez y quince quilos y estaba al revés flotando en el agua. Nos dio mucha pena la pobre porque estaba muerta», cuenta Alberto. Los empleados de Limdeco han tenido que sacarse un titulín para llevar el barco limpiaplayas -nunca está de más aprender- y están encantados, aunque tampoco les disgusta su trabajo de invierno como operarios de camiones de basura. «Nos da igual hacer una tarea que otra, lo importante en estos tiempos es trabajar», dicen los empleados públicos.
Y como servicio público que son, siempre están dispuestos a echar una mano a los bañistas. «Hoy mismo he recuperado la pelota a un niño», explica Francisco. Cada mañana arrancan su recorrido en el puerto, llegan hasta Playa Granada y vuelta a empezar. Emplean hora y media en cada recorrido, por lo que en cada jornada de trabajo les da tiempo a repasar el agua varias veces. El barco descansa lunes y domingos, días en los que a Alberto no le quedan ganas de playa y se va con la familia al Valle de Lecrín, mientras que Francisco sí que aprovecha para disfrutar del mar en familia, pero eso sí, tumbado en la arena. Y es que en su trabajo diario pasan mucha, mucha calor... pero estos profesionales jamás caen en la tentación de darse un bañito. «¡Como mucho mojamos la gorra!».
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