EL FARO DE MOTRIL/ EL BARRANCO DEL HIGUERÓN, POLOPOS
EL BARRANCO DEL HIGUERÓN, POLOPOS
Texto y Fotografías: Valeriano Morales González
Salida de Polopos a las 8 de la mañana por el Camino Rural que va hasta La Mamola. Me he descuidado un poco al levantarme y el sol dorara mi piel a la vuelta. ¡Este sol!, que me llena de luz y belleza, también me puede quemar. Al llegar al desvío «CAMINO NUEVO DEL HIGUERÓN». Giro a la derecha, siempre bajando hacia el barranco.
Miro hacía el mar, y van saliendo del agua unas nieblas muy blancas y poco densas. Deshilachadas, con poca humedad, se nota que no irán muy lejos. Voy por una pista de tierra. Hay una preciosa vista de Polopos, ya son las 8:30h, el entorno pleno de barranquillos, las casas encaladas…, y las sombras van desapareciendo por el avance del sol. Sobrecoge el desnivel tan grande de este terreno; el mar se fue tragando las piedras, la vegetación, la tierra… quedaron los barrancos y los desfiladeros.
A estas horas de la mañana, hay una paz amable. La Naturaleza me da el verde de las «altabacas»: (también conocida como olivarda o matamoscas, es una planta arbustiva con hojas y tallos pegajosos y un aroma resinoso. Planta común en montes, márgenes de fincas, cunetas,… Se utiliza en la medicina popular para tratar contusiones, golpes y dolores de muelas… Fue utilizado como atrapamoscas. Se colgaban del techo unas pocas ramas enteras de la planta, a ellas acudían las moscas atraídas por la sustancia viscosa, en la que quedaban atrapadas. También se ha usado para fumar, como sustituto del «tabaco», de ahí viene el nombre de «altabaquera»). En Polopos, se les ponía a las bestias de carga, mulos y burros en las heridas y picaduras de tábanos, etc).
En verano, por estas tierra, a parte de la altabaca, está también el verde de los almendros; el de las higueras, con sus sabrosos higos, algunos a primeros de agosto ya están maduros; las viñas, tan verdes, miran al mar, esperan la niebla que les de humedad a los racimos…
Poco a poco, voy caminando con mis dos amigo los bastones de senderismo, que me ayudan a equilibrarme, a apoyarme, e impulsarme sobre la tierra que piso.
Llego al barranco del Higuerón. Muy profundo, que parece que esté en el infierno. Aquí habitaban los dioses del Averno. «Esperaba que Cancerbero con su barca me pasara al otro lado, como a «Orfeo y a Eurídice de la mitología griega.: Cuando Orfeo tocaba la lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cancerbero cuando bajó al inframundo a intentar rescatarla. Ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubiesen alcanzado el mundo superior y los rayos del sol bañasen a su mujer.
Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, por desesperación Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella no había sido bañada completamente por el sol. Así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre».
Al lado del barranco «el Llueca» tenía unas buenas tierras, con huertos incluidos. Los muros de lo que fue un importante cortijo, todo abandonado y dejado, sin cultivar. «El Llueca» vivía en Polopos miserablemente en una humilde casucha con una hermana, los dos solteros. No trabajaban, ni tampoco daban las tierras para que las cultivara nadie…
Por el entorno de este barranco, mi familia tenía dos huertos y unos almendros. Había plantado un naranjo mandarino, con sus oloroso fruto que, disfrutábamos con mucho placer. Lo vendimos a J. y, como por aquí, el barranco baja con agua lo ha plantado de aguacates.
El barranco, es traicionero de zarzas, juncos, mimbres…se desarrollan, crecen y tapan el paso por su curso.
La sombra es casi completa, hay mucha humedad. Una poca agua corre muy despacio por el centro del curso del barranco. Salen hilillos de agua de los arbustos y rocas. Al borde del barranco han construido una alberca y se ha encauzado el agua con una goma, que cae con un sonoro salto. En este entorno se han plantado muchos aguacates para aprovechar el agua.

Fui bajando barranco abajo, dirección a la Rambla de Cautor en La Mamola, -cerquita del mar-. Hace unos años, una fuerte tormenta limpio el cauce del barranco y, durante un tiempo se pudo pasar sin dificultad. Las zarzas, arbustos y maleza han ido creciendo de nuevo y han vuelto a tapar el paso. Yo, empecinado de llegar lo más cerca del mar, afronto las dificultades como animal que busca agua y comida. Tuve que doblarme, hincarme de rodillas para que me dejaran pasar las zarzas, que se enganchaban en mi ropa, desgarrándola y penetrando en mi piel arañándola. Yo me defendía dando bastonazos, apartando las zarzas, pisando pequeñas ramas y arbustos. Seguí adelante como animal herido… tuve que pagar un precio alto: de vez en cuando me quitaban el sombrero y tenía que volver unos pasos para rescatarlo, el pantalón roto, arañazos varios en gran parte del cuerpo… No todo fueron dificultades, de vez en cuando un chorrillo de agua me acompañaba en pequeños tramos del barranco. El agua fluía sin ruido, con sus pequeñas cascadas, su alegría y la idea fija de llegar al mar. Me sentaba, a disfrutar de esos momentos de calma y belleza. De conversación con el chorro del agua, y negociando con las zarzas, para que me dieran alguna «mora» y hacer nuevos pactos de no agresión.
En algún tramo tuve que salir del barranco, me impedían seguir, me expulsaban de su curso. Un poco más abajo lo retomaba con más ganas. Llegué a un lugar con una pequeña presa, los regantes de Cautor habían puesto una goma para llevar el agua a los invernaderos. Parece que les llega muy poca agua. Hay tramos que se puede pasar, se limpió el barranco cuando se puso la goma y para controlar el agua.
Un poco más abajo tuve que rendirme, me era imposible seguir. Me salí del barranco hacia la izquierda, en dirección hacia la «aljibe de los Garcías», con un desnivel tremendo hasta llegar a ella. Al inicio de la subida, me encuentro unos muros de piedra de un antiguo cortijo, con bancales y, lo que parece que fue una era. Esta zona, me han dicho que es «el Castillejo» donde se han encontrado restos arqueológicos muy antiguos.

Voy subiendo muy despacio, y con cierta dificultad pues, son las doce del mediodía, con un «sol de justicia». De vez en cuando, venía aire, me movía el sombrero y me daba aliento para seguir.
Al llegar a lo alto, al lado de la aljibe, (aljibe árabe de época bereber) divisé un algarrobo y le pedí permiso para tumbarme. En su sombra y con el aire que venía del mar fui renaciendo de «mis cenizas». Y me sentí bien durante un rato, incluso me dormí unos minutos o segundos. Un Paraíso me abrió las puertas, lleno de algarrobos y almendros. El mar se acercaba pero, no llegaban a mis pies descalzos las olas.
Este algarrobo es un milagro que esté aquí, verde perenne, con más sombra que hojas. Árbol centenario, (los algarrobos pueden vivir más de 500 años). Guarda recuerdos de muchas generaciones de agricultores. También de pastores con su ganado hacia la Sierra en verano y, vuelta al sur en el invierno. Bebían agua de la aljibe y descansaban bajo el algarrobo.
Ya recuperado, tenía que seguir hasta Polopos. Eran las 13:30h y el sol estaba en su cenit. En la pista, en el borde de la carretera hasta llegar al pueblo, han plantado algunos árboles, y me ofrecían su generosa sombra. Yo, me iba parando en todas para refrescarme y recuperar aliento. Estos árboles, me daban un empujoncito para llegar a la sombra siguiente. Y así seguí adelante sin mirar hacia atrás, hasta llegar a la Fuente Vieja de Polopos. Metí la cabeza con sombrero y todo, bajo el chorro del único caño que lleva agua…

«Caminé sin rumbo por un camino conocido. Hay cosas sin dueño: las rosas y los ríos, el amor y el ensueño».
«Este barranco tan pobre, y con tan poca agua, también sueña con la mar».
«Hubo un lugar y un tiempo en que el espíritu viviò una vida más alta».
«Una sombra cruzándose en la sombra, con mi sombra».
«Una lágrima en la mejilla del tiempo». «Viviendo frente al misterio».
» Allá está todo lo que necesitas. Sol y luna y estrellas, pues la luz que reclamas está en tu interior». -Hermann Hesse-.
«El agua corría, nadie la bebía. Yo tampoco la bebí,
y seguí barranco abajo, hasta que las zarzas me lo impidieron. Cambié de rumbo y subí montaña arriba,
hasta la bendita aljibe.
Allí me quedé, junto al algarrobo centenario,
Me dio cobijo y su sombra curativa…»

«Verdes y lozanas zarzas me detienen, se agarran a mi ropa y la desgarra. Yo sigo, como el zorro; como el lobo sediento, a solas con su sed, que le hiere y le cura…Aquí no hay ni ruido ni prisa, has de ser valiente para seguir. Hay paz en el silencio y no puedes rendirte, tampoco puedes volverte atrás. Las zarzas te amenazan a cada paso. Es una posesión real tu vida, el mundo está lleno de trampas.
Muchos miedos nacen del cansancio y la soledad, no te angusties con pensamientos negativos. Tu eres hijo del universo como lo son los árboles y las estrellas. El mundo es aún hermoso… Me esfuerzo por buscar la luz…»












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